¡Se me olvida que los niños no entienden las ironías! Ayer, luego de ir al supermercado en el peor horario con mis dos niños hiperactivos, y en medio de la vorágine navideña, llegué agotada a la casa. Un agotamiento, que claramente ni el Camilo ni el Gaspar sentían. Por lo tanto, tuve que pedirles 50 mil veces que se lavaran las manos para comer, luego que se sentaran a comer, luego que comieran, luego que se bañaran, y finalmente que se acostaran. Ya en un estado de extenuación total, cuando ni las amenazas del viejito pascuero, ni de los castigos, ni nada funciona. Me siento y le digo al Camilo:
-Camilo, estoy agotada. Estoy aburrida de decirles las cosas 100 mil veces para que me hagan caso. ¡Ya no sé que hacer con ustedes!
- Mamá y si nos recuerdas que nos portemos bien.
(Ay!, me dio tanta risa que el me respondiera ante mi grito desesperado de no saber que hacer, jajajajaa)
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