Hemos estado algo ausentes del blog porque estas semanas han sido de mucho "ajetreo". En primero lugar, la semana pasada, el Camilo estuvo enfermito con mucha fiebre y tos, lo cual impidió que fuera al jardín infantil, que lanzara sus frases célebres, y que la madre pudiera dedicarse a labores lúdico-laborales.
En segundo lugar, luego que él se recuperó, me tocó el turno a mi, quedando el fin de semana (en realidad solo el viernes y sábado) confinada a mi hogar, dada la cercanía que yo requería de un baño (dejaremos la explicación hasta ahí).
Y finalmente, el día martes, fue el cumpleaños del gran Rodrigo Cornejo, padre de la criatura, quien el día anterior decidió que lo celebraría el mismísimo martes, y no el sábado, como había pensado en un primer momento. La celebración implicó una rica once a la cual fueron invitados familiares y amigos. El Camilo se "lució" (si fue en forma positiva o negativa depende del cristal del que lea) sacando fotos (que pronto subiré), persiguiendo a sus primos mellizos de un año y medio, subiéndose a su mesa y saltándo de ahí al sillón, y sacándo a relucir una faceta del tipo "este juguete es mío". Pese a ello, la tolerancia del grupo de adultos, y de los primos chicos fue a toda prueba y se concluyó que su conducta simplemente obedecía a la exitación propia del momento y de los cumpleaños.
El día de ayer, ya todo más calmo, luego que Camilo se haya zampado la comida y jugado amigablemente con unos bloques de madera que le fueron regalados para el día del niño (otra actividad de estas semanas), le digo que se tiene que ir a acostar. Subimos al segundo piso. Allí, ocurre la siguiente conversación:
- "Camilo, anda a hacer pipí y lávate los dientes"
- "Mamá, eso es muy fácil."
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