miércoles, 15 de octubre de 2008

Hoy es Blog Action Day. La idea es que todos los bloggeros hablen de un tema, y en esta ocasion el tema es la pobreza, para así hacer conciencia sobre esto a través de la web.

Supongo que habían muchas formas de relacionar pobreza con infancia (para incluir algún post en este blog), pero la verdad es que lo único que se me ocurrió fue recordar este poema que conocí hace poco y que me da mucha risa y es muy bueno. Por lo tanto, para esta ocasión postearé el poema "La Pobre Viejecita", de Rafeael Pombo.

Al postear este poema, no es que me esté riendo de la pobreza, es simplemente decir que ojalá todos los pobres fueran tan pobres como esta pobre viejecita. Y por otro lado, este poema, por lo menos a mi, me hace pensar en cuántas veces uno piensa que no tiene nada, y no se da cuenta de cuánto en verdad sí tiene. Y por otro lado hay tantas personas que viven en la queja, en el egoismo y en la irrealidad. Bueno, acá "La pobre viejecita".


LA POBRE VIEJECITA
RAFAEL POMBO (Colombia, 1833-1912)

Érase una viejecita
sin nadita qué comer
sino carnes, frutas, dulces
tortas, huevos, pan y pez.

Bebía caldo, chocolate,
leche, vino, té y café
y la pobre no encontraba
qué comer, ni qué beber.

Y esta vieja no tenía
ni un ranchito en qué vivir
fuera de una casa grande
con su huerta y su jardín.

Nadie, nadie la cuidaba
sino Andrés y Juan y Gil
y ocho criados y dos pajes
de librea y corbatín.

Nunca tuvo en qué sentarse
sino sillas y sofás
con banquitos y cojines
y resorte al espaldar.

Ni otra cama que una grande
más dorada que un altar,
con colchón de blanda pluma,
mucha seda y mucho olán.

Y esta pobre viejecita
cada año, hasta su fin,
tuvo un año más de vieja
y uno menos que vivir.

Y al mirarse en el espejo
la espantaba siempre allí
otra vieja de antiparras,
popelina y peluquín.

Y esta pobre viejecita
no tenía qué vestir
sino trajes de mil cortes
y de telas mil y mil.

Y a no ser por sus zapatos,
chanclas, botas y escarpín,
descalcita por el suelo
anduviera la infeliz.

Apetito nunca tuvo
acabando de comer,
ni gozó salud completa
cuando no se hallaba bien.

Se murió de mal de arrugas,
ya encorvada como un 3,
y jamás volvió a quejarse
ni de hambre, ni de sed.

Y esta pobre viejecita
al morir no dejó más
que onzas, joyas, tierras, casas,
ocho gatos y un turpial.

Duerma en paz, Dios permita
que logremos disfrutar
las pobrezas de esa pobre
Y morir del mismo mal.

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